lunes, 12 de julio de 2010

Insomnio cotidiano en invierno

El ruido de una pelea,
procedente de la televisión de nuestra vecina,
atraviesa la pared del dormitorio.
Es un ruido tenue.
Amortiguado.
Creo que tú duermes.
Te siento soñar.
(Ahora mismo me resulta
imposible)

Bellos atardeceres.
Bellos atardeceres.
¡Yo siempre preferí el amanecer!
Cuando hace un frío real,
a veces injusto,
y todo vuelve a funcionar
(y los pájaros comienzan a cantar).
Entonces la luz es más luz,
es de todos.
Cualquiera puede ser puro.
¡Yo quiero ser puro!

Siento las manos llenas de arena
la boca sedienta
las manos repletas de agua
la boca llena de arena

¡Rápido!
Coge un salvavidas.
Agárrate a algo.
Pienso en tus últimas palabras
antes de apagar la luz:
Nos vemos esta noche,
Nacho
(sabías que nos encontraríamos en sueños).

Te abrazo y me quedo muy quieto.
Respiro como si estuviese dormido.
Quiero ser transparente,
entrar en tu mundo,
que solo tú puedas verme.
El invierno del mundo
quiero que lo pasemos juntos.
Esa es mi receta para un matrimonio feliz.

Mis pestañas se vuelven pesadas.
Al fin dejo de oír,
empiezo a escucharte,
comienzo a dormir.

viernes, 9 de julio de 2010

Presentación del libro

Ya está aquí.


Acto en la carpa de Radio KRAS en el recinto de la Semana Negra.

Sábado 10 de julio, a las 21H.30’.

Presentación del libro “50 maneras de ser tu amante”.

Organizan: Editorial Puntos Suspensivos y Ateneo Obrero de Gijón.

viernes, 11 de junio de 2010

50 maneras




Ya queda muy poco.

martes, 20 de abril de 2010

Novedades

El libro de la quietud lleva en estado estacionario más de un año. Ya era hora de clausurar este cuaderno, ponernos al día y comenzar nuevos proyectos. Estoy preparando una versión definitiva de los poemas: verán la luz al fin en papel este verano, en una pequeña tirada hecha a mano y autoeditada (¡como el contenido!).
En unos meses también saldrá a la luz un poema inédito dentro del proyecto "Cincuenta maneras de ser tu amante".

¿Más proyectos en el horizonte? Muchos. Pero vayamos paso a paso. Todo será anunciado y publicado en este blog. De momento dejo disponible una selección intuitiva de "El libro de la quietud".

Parábola cotidiana #1

Manuel no vivía los minutos, ni siquiera los días. Simplemente pasaban por él, o él por ellos. No pensaba mucho en la muerte, dado que no se sentía aceptado plenamente por la vida. No pensaba en ella pero le gustaba tener siempre al alcance de la mano alguna lata de conservas, en la que buscar una fecha lejana -febrero 2012- y sonreía pensando que aquella lata le sobreviviría. Un día de esos que pasaban por Manuel, Manuel resbaló en la ducha. Se encontró instantaneamente agarrado, con una mano a la cortina, con la otra a la barandilla y con los dientes a su vida. Manuel fue consciente de lo que su propio cuerpo y su propio espiritu ansiaba aferrarse a la vida, a su vida. Porque tuvo miedo, tuvo miedo de caerse de bruces contra el marmol, caerse de bruces y sangrar sobre el marmol. Manuel tardó un solo día en comprar una alfombrilla para la ducha.

¿Y si estuviéramos locos?

¿Y si estuviéramos locos?
Si yo no fuese más que un sueño tuyo
y tu no fueses más que un sueño mio
¿que pasaría si estuviéramos locos?
Si nada de esto existiese
fuera de nuestras dos mentes.

Dos locos amándose por separado.

¿Y si estuviéramos locos?
Y todas nuestras ideas sobre la vida
y sobre como vivirla
y la belleza
y la verdad
y la bondad
fuesen producto de nuestras mentes enfermas.

Solo los sueños nos han mantenido cuerdos
la mayor parte de nuestras vidas
lo que nos lleva a pensar
si el otro es real
o si estamos locos ahora,
fundidos en este amor
como en un bálsamo
hacia la eternidad.
Y esta voz,
que no sabemos si es locura
o es pasión,
nos implora por separado
pero al unísono:
déjame volar
sobre todos
tus anhelos.


Dime, ¿cambiaría eso algo?

Creo que seguiríamos compartiendo el jack daniels con hielo,
creo que seguiríamos yendo al cine,
creo que seguiríamos viajando
(en todos sus sentidos y significados)
y haciendo el amor de la misma manera.

Eso es lo que creo que pasaría

si estuviéramos locos.

Te necesito (a Chet Baker)

No pares,
no te detengas,
que no cese tu trompeta
ni tu voz de oro
y miel.

No te mueras nunca.

No me dejes solo.

Incendio

Un día más
para añorar
y amar sin riesgo.

Un velo invisible
me protege,
soy yo mismo.

Un día menos
para terminar
mi única novela.

Espumosa es la verdad,
descendiendo por la garganta,
y con gusto deicida
me impide abandonar.

Sólo una cosa
me separa de la gloria,
y el sonido de los días
que se van
que vienen
se hace contagioso
en la ebriedad
de los caminos de ida.

Aterrizaje forzoso

A esa hora en que la luz
se vuelve dorada
sobre las hojas de los árboles,

te recuerdo
enferma de soledad,
junto a mí,
repleta de tristeza,
con tu sonrisa
y tus palabras
invitando a divertirnos.

Porque sabes,
igual que yo,
que no hay nada tan triste
como cruzar el paraíso.

Algunos lo hacemos
una y otra vez,
dejándonos allí
aquello que deberíamos
olvidar.

No te prometí nada,
y posiblemente no sirva de nada,
pero ahora prometo haberme quedado
con un pedacito de tu tristeza,
y un reflejo en mis pupilas,
una oración
que dice:
ambrosía
son los pliegues de tu piel.

A esa hora en que la luz
se vuelve dorada
sobre las hojas de los árboles,
aparece en mi memoria
un pequeño rincón
de la historia
del que somos dueños,
diminuto
y luminoso.

Ya me avisó Padre,
no hay nada tan triste
como cruzar el paraíso.

Y seguir vivo.

Greenwich Village

Hay días que sólo necesito
tomarme un café en el Village,
unos huevos revueltos,
y dejar buena propina
a las atentas camareras.

Dejar pasar la tarde
viendo pasar gente
camino de Washington Square,
con sus dementes
jugando al ajedrez,
los vagabundos paseando,
los estudiantes leyendo,
jubilados que tocan el banjo
y no piden dinero,
mujeres que cantan como ángeles,
jóvenes que tocan el banjo
y no piden dinero.

Y luego caminar un poco por sus calles,
muy lentamente,
dando vueltas en círculo.

Hay días en que sólo necesito
estar a mil millas de aquí,
y no preocuparme por nadie
y tomarme un café en el Village
casi sin acordarme de ti.

Haiku #11

La flor estival,


el ave migratoria,


el hombre de ayer.

Mi enfermedad

Estoy enfermo. Me siento sobre esta silla a pensar, me tumbo sobre esta cama a delirar, a soñar con mi enfermedad. Debo tener fiebre, y no hablo de una fiebre física, sino una fiebre de ideas, de conceptos, calentura de existir. Ojalá mis miembros fuesen hermosas flores de nombres bíblicos, de colores ancestrales, penetrantes olores del pasado. Espero que al abrir los ojos ya lo sean. Se que mi mente es un barco naufragando en vuestro inmenso mar de vuestra oronda conciencia, en la inmensidad de mi consciencia -el océano de lo incorregible- me abraza, alter ego indomable e inalcanzable, la niebla del pensamiento, sombras sin luces, una fina lluvia. Quedo atrapado en mi interior. Soy, al fin, esclavo de mi mismo. Estoy enfermo de pensamientos, ojalá tuviese un montón de arena por cabeza, mis manos rimasen, mi pelo alborotado, siempre azul, siempre azul, azul y azul, delgada frontera entre el fondo y más al fondo, entre el cielo y el infinito; las luces se estremecen con las sombras y creo saberlo todo, creo llorar y amarme –odiarme- a mi modo. La enfermedad avanza por mi cuerpo, cada partícula de mi ser, en esta y en el resto de vidas; está contaminada, enferma de existencia y de pecados innombrables, errores incorregibles que yo no cometí, enferma de sentimientos, de percepciones, de visiones, olores, sensaciones, amores, razones.

Hace mucho que las palabras se hicieron carne. Solo queríamos escapar de la mediocridad, de la aburrida monotonía construida a nuestro alrededor; pero no sabíamos como hacerlo. No habíamos vivido nada realmente importante, nada traumático, unas vidas rellenas de hastío y cocinadas a fuego lento. No se pueden fabricar con facilidad las experiencias, las circunstancias son el auténtico verdugo, el dictador de hierro, y las nuestras eran envidiables: Comodidad, amor, leche enriquecida con calcio. Una tranquilidad soez y abrumadora, la libertad que sólo puede proporcionar lo mediocre. Nos ahogamos en esfuerzos por salir de ahí, por entrar allí, lo que sea, pero que nos haga sentir vivos por favor. Que de un sentido a nuestra existencia. Quisiera tener un motivo para vivir, solo uno y concreto, un motivo sagrado. Se que tu también. Abrazar una idea del pasado, que lo abarque todo y no tenga en cuenta nada. Ojalá pudiésemos tragar dinamita, pensábamos. Reconozco que aún no he aprendido.

La enfermedad no me ha hecho aprender nada, todo lo que sé yo la sabía, ya era conocido, ya estaba escrito en los libros. Toda la verdad ya fue esculpida, tiempo atrás, en otras vidas, en mi interior; a golpes de martillo, de hierro caliente, entre fuego, entre humo, vi la belleza y sentí su opresión, no sabía lo que era la libertad. Sí supe que jamás la alcanzaría, no mientras mis pies siguiesen siendo pies. No rezo a ningún Dios, la enfermedad me ha enseñado a rezar hacia mi mismo. Arrojo mis lamentos hacia dentro, a mis espejos, y digo que rezo. ¿Puedo llamar a esto oración? ¿Estoy rezando? ¿Estoy pensando en alguien más? Sólo se que estoy enfermo. Un bigote me habla: la gente es estúpida. No solo unos pocos, sino la mayoría. A ratos sueño, no duermo, imagino cosas terribles, pienso en la muerte. No pienso en ella como algo abstracto, pienso en la muerte como algo tangible, material, pues es mucho más real que las cosas que ocurren. Mucho más real que tú, estúpido lector, que nunca existirás. Ni siquiera ves pasar el tiempo, ¿no puedes sentirlo como se escurre junto a ti? ¿No te torturan los pensamientos? ¿No te acecha ninguna pregunta? No, no lo hará porque no eres capaz de sentir el miedo, vives con él, te has acostumbrado al miedo. Pero lo que está por venir es aún peor, en mis sueños toco el pánico, huelo el terror, algo indescriptible: solo yo puedo sonreír. Piensa que al final no tendrás que rendir cuentas acerca de nada, puede que eso sea lo peor. Desearás que tu pasado acuda a tu encuentro, oculte tus vicios actuales, desearás mentirle, mentirle, miéntele sobre el pecado. Yo espero y observo, sé demasiadas cosas pero solo me han enseñado a callar, y el silencio es mucho más hermoso de lo que crees, estúpido, cuantas más palabras digas más se embellecerá mi silencio a costa tuya y del resto de estúpidos que hacen caso a un bigote que habla.

La luna baña todas mis visiones con su luz de miel. Hoy la luna es de un cálido y tenebroso naranja intenso. Enorme. Sin embargo, tiene el mismo tamaño de siempre y el mismo color. Pero a mi los tonos naranjas me llenan de la misma manera que impregnan el cielo a su alrededor; retazos de nubes rezagadas, hermosas y cálidas; acompañando, rodeando a la luna, pálida, de homogéneos matices dorados. ¿Dónde está ocurriendo esto? ¿Hasta que punto es real? ¿Ocurre en mi mente, en mi subconsciente? ¿Ocurre en mí, como ocurre en el resto? Dime, ¿Tú también ves la luz naranja? ¿Escuchas su lamento de misericordia? Pregunto al vacío.

Yo no me compadezco. Mi mar está en calma, en lo alto de la montaña. Hay tormentas más allá. Las oigo. Escucho ese rayo miles de metros más abajo, tenuemente veo su resplandor perderse entre las nubes dispersas. Ojalá abrase a más de uno. ¡No! Ya os habéis ganado vuestro merecido, ya recibiréis vuestro castigo, no adelantaré acontecimientos. No será castigo eterno, no arderéis en ningún infierno, ya habéis bebido suficientes venenos. Pero será castigo, créanme. Unaynomás. Yo os diré lo que ocurrirá, mi mente repleta de alcohol, mi cabeza serena mis ideas ebrias mi cerebro abstemio no sabe nada pero lo sabe todo. Todos somos igual de verdaderos. Todos estamos igual de oprimidos, igual de hermosos, pues todos existimos. Algún día os daréis cuenta. La eternidad te obliga a actuar como si todo fuera a ser de por vida, pero nadie te guardará las espaldas cuando el tiempo te quite la razón, o haga que tu mismo te la quites. Escribo para ti, oh lector, sin tan siquiera conocerte, sin tan siquiera desearte. Escribo para el que nunca existirá. Ojalá leas esto antes de que sea demasiado tarde. Te escribo en esta sagrada fiesta que es el día de la muerte para tanta gente, que es un día cualquiera para la gente cualquiera. Día de horror día de placer de miseria de risas torturas orgasmos. Déjame, déjame. Yo solo me dejo llevar por la corriente del ser, vida abajo. ¿Falta mucho? Quiero llegar ya a ningún lugar. Quiero estar donde nunca nadie ha estado, llegar donde nunca ha llegado nadie. Por eso no podéis entenderme, por eso estoy solo, no sigo un camino ni me conformo con seguir las pautas de otros, con los gustos de otros, con vuestras formas de reír, de llorar, de amar. Soy un ente en constante cambio, en constante aprendizaje, un viajero eterno; y es imposible que nadie me acompañe ni me entienda, estoy solo en el sendero que me voy labrando, pero casi soy libre, casi, vosotros no entenderéis mi lamento.

Veo subir por las escaleras hermosas mujeres en la flor de su belleza, mis desconocidas hetairas, en nada parecidas a las vulgares chicas bonitas de todos los días, putas; y siempre se quedan en el primero. Que alguien les diga que hay un enfermo cien metros arriba, que vivo en el decimotercero y que todos los hombres de las plantas intermedias no son nada, son polvo, guijarros. Se que no hay remedio, se que no existe cura, pero aún puedo dar todo lo que tengo y un poco más –igual dos o tres suspiros-, lo que yo, que vivo en las alturas, poseo por huraño, por dios, por tacaño, por cobarde y por humano.

Tú si me has hecho aprender muchas cosas. He aprendido que mejor que lo caliente es lo tibio, porque nunca quema, nunca escuece, nunca suda ni cansa no evapora el ser no llora el niño no abrasa carne el metal plateado incandescente resplandeciente, ese dolor lúcido sórdido, esa lluvia que no raspa, que moja, muecas que no insultan, que preguntan, respuestas aladas como patatas saladas, aperitivos de distintos colores como canciones de infinitos sabores. Ojalá algún día deje de pensar en navajas de afeitar. Estoy enfermo. Mi madre nunca me avisó, no hagas lo que ya está hecho. Enfermo desde el principio del tiempo, hace mucho que deje de contar los días y de insultar a los segundos, desde el principio de la luz, de la velocidad, mucho antes de la imprenta, más adentro del mar. Enfermo estoy desde que me dijiste que no. Esto es por ti. Todo esto es por ti. Perdóname si convertí cada una de tus frases en un koan. Esta es mi forma de desnudarme, espero que al menos entiendas eso. Ojalá nos encontremos de nuevo en el jardín de luz. Enfermo como los ríos, como las montañas. El loco en su camisa de fuerza, el enamorado con versos en la mano y rosas en la cabeza. Soy las hojas de eucalipto esparcidas en cualquier camino, en tu camino, en El Camino. Soy el tuberculoso que ríe estrepitosamente, masticando con los bronquios la humedad. Lo tengo asumido, estoy enfermo. Veré morir al mundo porque yo ya he muerto. Dime ahora, después de todo, que has aportado tú a la eternidad.

Bajo la corteza

La sombra alargada,
una nube.
La silueta desaparece
y queda
lo que no cambia:
El árbol,
majestuoso y real,
ahondando en la quietud
de lo que no cambia
ni cambiará.

Sería tan inútil
buscar ahora la sombra
como fijarse antes en el árbol.
Tan solo mira a tu alrededor.
Posterga eternamente la búsqueda.

La quietud de la vida
es lo único que perdura.

La paz está en aquello que permanece.

Sequía

Pende de un hilo,
el agua espera
paciente
ser lluvia,
intensa
lluvia eterna.


Redimir,
ahora sí,
al hombre.

Tratado sobre la depresión

Nos despertamos
con telarañas en los ojos,
en mitad de la noche,
entre nubes de color de azufre.

Por la mañana
el cielo es gris
y rezo:

Déjame hibernar
hasta que pase
la tormenta.

Haiku #4

Escucho llover,

cosecha echada a perder-

¡Ha salido el sol!

Haiku #2

Mañana estival,


veo el sol y el cielo azul


en un gran charco.

Agonía

En sus estertores
escupe rayos de luz
al que yace en la hierba,
desparramando realidad
sobre todo lo que ama,
es amado,
existe.

La gente camina deprisa
en la ciudad, no corren,
hay que guardar lar formas.
Se refugian en sus hogares
listos para cenar y acostarse.

Y los rayos mueren
sobre el frío hormigón.

Y el sol desciende
dispuesto a despertar,
en otro lugar,
a quién quiera vivir.

Haiku #1


El río avanza


hasta que llega al mar,


una ola suave.