lunes, 12 de julio de 2010

Insomnio cotidiano en invierno

El ruido de una pelea,
procedente de la televisión de nuestra vecina,
atraviesa la pared del dormitorio.
Es un ruido tenue.
Amortiguado.
Creo que tú duermes.
Te siento soñar.
(Ahora mismo me resulta
imposible)

Bellos atardeceres.
Bellos atardeceres.
¡Yo siempre preferí el amanecer!
Cuando hace un frío real,
a veces injusto,
y todo vuelve a funcionar
(y los pájaros comienzan a cantar).
Entonces la luz es más luz,
es de todos.
Cualquiera puede ser puro.
¡Yo quiero ser puro!

Siento las manos llenas de arena
la boca sedienta
las manos repletas de agua
la boca llena de arena

¡Rápido!
Coge un salvavidas.
Agárrate a algo.
Pienso en tus últimas palabras
antes de apagar la luz:
Nos vemos esta noche,
Nacho
(sabías que nos encontraríamos en sueños).

Te abrazo y me quedo muy quieto.
Respiro como si estuviese dormido.
Quiero ser transparente,
entrar en tu mundo,
que solo tú puedas verme.
El invierno del mundo
quiero que lo pasemos juntos.
Esa es mi receta para un matrimonio feliz.

Mis pestañas se vuelven pesadas.
Al fin dejo de oír,
empiezo a escucharte,
comienzo a dormir.